Hace diez años el australiano Ray Collins era minero y nunca había hecho una foto. Hoy es uno de los mejores fotógrafos de olas del mundo. Sus imágenes parecen cuadros. Y eso que es daltónico.
Lo que más llama la atención de sus fotos de las ondulaciones marinas, fluidas y minerales al mismo tiempo, es que captan texturas que normalmente escapan a la mirada humana, dada la enorme cantidad de energía que despliegan en apenas segundos, antes de romperse y desaparecer para siempre. Por eso tienen títulos evocadores como 'Cristal',
'Satén' o 'Viscosa'. La luz es su mejor herramienta. Toma a las olas como si fueran una persona e intenta hacer su retrato; dice que es imposible hacer una fotografía sin ella, pese a que es incapaz de ver las tonalidades que crea la misma. Él prefiere enfocarse en la manera en que destella la superficie o en lo que resulta cuando penetra el agua mientras se levanta en total caos.
Uno de los aspectos que más le atrae de las olas es que son únicas. No busca la perfección, sino la emoción. Aunque la mayor parte de sus trabajos los realiza en la costa suroriental australiana, ha viajado por todo el planeta con su cámara para 'cazar' olas en Hawái, Indonesia, el Pacífico Sur o Islandia. Fruto de estos viajes son sus libros 'Water&Light' y 'Found at sea'.
Desde mi punto de vista personal sus fotografías muestran el poder del agua, capturando al elemento en todas sus facetas desde calmada e inmóvil hasta violenta y clamorosa.
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